La semana pasada, mi esposa y yo pasamos unos días en las montañas del Estado de Georgia, por un par de razones. Primeramente estaba visitando hermanos, ya que siempre tengo presente en mente el servir a la familia de Dios. En segundo lugar, fue por un poco de “R y R”. Para algunos, eso significa un tiempo de inactividad con “Reposo y Relajación”. Para otros, significa “Rigor, Riesgo y/o Rutina”.
Después de una larga visita pastoral a Centroamérica, algo me llamó la atención cuando regresé a los EE.UU. Especialmente al ver el apresuramiento y las corridas de la gente mientras iban de tienda en tienda para comprar cosas de esa época del año.
Me hizo recapacitar en lo que está pasando. En la civilización apiñada de hoy, vemos una sociedad sin rumbo, concurrida, activa y apresurada, en donde las redes sociales están consumiendo gran parte de nuestro tiempo libre. Observamos también que los medios de comunicación nos proveen raudales de información—interminables y venales a la vez—para distraernos de lo que es realmente importante. El hombre se da cuenta de que es difícil de disfrutar de uno de los lujos más valiosos que la vida nos puede brindar: la soledad total ocasional.
Estar solo no significa estar solitario. Significa recortar lo externo, lo superficial y lo superfluo. Significa buscar, en cambio, la fuerza interior que uno encuentra en la soledad y aún mejor, en una soledad aislada y privada con nuestro Creador. Estos momentos de soledad enriquecen el espíritu y ennoblece al hombre, y quien se niega a sí mismo este refugio simplemente no está viviendo la vida al máximo.
Muchos hombres y mujeres han encontrado su mayor inspiración en la soledad. Puede traernos paz interior y recompensas a todos. No es necesario ser rebelde, excéntrico o extraño para pasar un tiempo a solas. Un paseo solitario mientras se pone el sol, sentado en un banco de jardín o en una silla favorita como en mi jardín, que aprecio mucho, aquí en mi propio patio en la costa de Alabama.
También disfruto a veces de un viaje corto y mesurado en una de las carreteras secundarias, por aquí donde vivimos . . . ninguna vida debería estar demasiado ocupada para disfrutar de momentos como estos.
David, cuando pastoreaba ovejas, a menudo pasaba tiempo reflexionando, recapacitando y meditando. El futuro rey, mientras encontraba la soledad, aprovechaba esos momentos para refrescarse y conectarse con su Creador.
Los problemas cotidianos que parecen tan difíciles de solucionar en la confusión de la oficina, o en el lugar de trabajo, se resuelven cuando uno está solo. Todas las cosas encaran una perspectiva diferente—a menudo una mejor. Uno puede detenerse y analizar sus preocupaciones . . . y descartarlas. La coraza que todos asumimos en nuestros contactos sociales se desvanece. Estamos en paz con nuestro Dios y con nosotros mismos una vez más.
No tenga miedo de estar a solas, de vez en cuando. Si está temeroso . . . tenga cuidado, algo puede estar mal. Puntualice un instante para detenerse, tómese un tiempo para conocerse y conectarse con nuestro Creador. Quizás obtendrá una sorpresa, porque conocerá a una persona muy agradable e interesante, un hijo de Dios que tiene un potencial más allá de la imaginación más deslumbrante.
Así que amigos y hermanos, mientras el mundo corre y se escurre a nuestro alrededor . . . paren, mediten, reflexionen, recapaciten y tómensen unos momentos de soledad, creo que se alegrarán de haberlo hecho.
Dios nos da, en Su sábado, tiempo y horas extra para analizar estas cosas . . . y ¡qué bendición es realmente eso! . . . Al cerrar esta carta, como hago todos los viernes por la noche . . . cuando entramos en el sábado santo del Señor . . . les pido que me acompañen al reflexionar juntos sobre estos temas y los beneficios de una soledad productiva. Nuevamente, le pido a Dios que continúe bendiciéndoles abundantemente.
¡Nuestras oraciones y pensamientos están con ustedes diariamente! Por favor, les pido que oren por nosotros también.