Recuerdo que cuando crecí en Nebraska, uno de mis pasatiempos favoritos era salir al campo detrás de la casa donde vivía y mirar al cielo arriba. Todavía lo hago a menudo y cuando puedo. Un dicho me viene a la memoria: “Cuando está lo suficientemente oscuro . . . los hombres ven las estrellas” . . . El poeta Ralph Waldo Emerson escribió esto hace muchos años. Las palabras de Emerson también son repetidas por un viejo proverbio, que dice así: “El sol todo el tiempo hace un desierto”.
Lo que expresan estos dos dichos no son excusas, ni tampoco es algo que encubra el lado difícil de la vida. Más bien, creo que ambos dicen una verdad. Ustedes y yo podríamos ganar fuerza al reflexionar sobre ellos. En realidad, profundizan nuestra comprensión de por qué estamos aquí en la tierra.
Los cristianos maduros y sólidos están fogueados en pruebas de circunstancias difíciles y desafiantes, y crecen en tiempos buenos. Una palabra muy utilizada en la Ekklesía de Dios es “pruebas”. En la carne se promete que vendrán, y la forma en que las enfrentemos nos dará una noción de nuestras propias mentes y corazones. Y también de la mente de Dios que vive en nosotros.
“La extremidad del hombre es la oportunidad de Dios”. He escuchado muchos sermones, charlas y discusiones centradas en torno a esta declaración, que aún hoy me intriga. Es en los momentos de crisis que lo mejor de nuestro carácter se manifiesta en primer plano. ¡Dios desea que nosotros asumiéramos el carácter de Dios para que Él viva en nosotros!
Esta misma edad en que vivimos, que es volátil, turbulenta, confusa e incierta a veces es como un yunque sobre el cual Dios puede moldearnos para nuestro propio bien, para que seamos mejores, para llegar a ser más como es Él. Se nos advierte que debemos tener un corazón flexible, blando y moldeable. No necesitamos un corazón que sea duro, inflexible y sólido incapaz de que pueda, o no vaya, a cambiar.
Es en la penumbra que nos rodea, y que este mundo a menudo ofrece, que podríamos llegar a darnos cuenta de la importancia que tendría el ser guiados por el espíritu de Dios. Este espíritu no es el espíritu en el hombre.
Es un espíritu que pertenece a Dios y que representa al Señor, y cómo Él vive y tiene vida EN nosotros.
Como decía Emerson, es en la noche donde podemos ver las estrellas que son invisibles para nuestros ojos durante el día. Lo que usted y yo necesitamos es una perspectiva espiritualmente madura, una expectativa razonable, una mente serena, firme y dotada de la paciencia divina con la que se puede enfrentar todo lo que venga, con coraje y fe en Dios, en lugar de hacerlo con amargura y resentimiento.
Debemos darnos cuenta que es Dios en nosotros lo que nos da el enfoque espiritual y la tenacidad para seguir adelante. (Gálatas 2:20). En verdad nuestro Dios nos da la paz mental, una paz que supera toda comprensión . . . mientras Él vela por todos nosotros. Estas son promesas divinas que nunca fallarán.
Recapacitemos en esta escritura en 2 Corintios 1:8-11 (parafraseando una versión de J. B. Phillips)
“Nos gustaría que ustedes, nuestros queridos hermanos, supieran algo de lo que nos sobrevino en Asia. En ese momento estábamos completamente abrumados, la carga era más de lo que podíamos soportar en nuestras fuerzas—de hecho pensamos que este era ya el final, hasta casi perdimos la esperanza de vivir.
Sin embargo, ahora creemos que tuvimos esa experiencia de llegar casi al final de nuestras vidas para poder aprender a confiar, no en nosotros mismos, sino en Dios, que puede resucitar a los muertos. Fue Dios quien nos preservó de la muerte inminente, y es Él quien aún nos preserva.
Además, confiamos en que Él nos mantendrá seguros en el futuro. Y en Él hemos puesto nuestras esperanzas de que aún nos librará. Porque vosotros también estabais suplicando a nuestro favor con ruegos, para que el bien que se nos ha concedido, en respuesta a vuestras oraciones, sea para que muchas personas agradecieran la intervención de Dios por nuestra preservación.”
En cada nuevo día, y en cada momento de vigilia, tenemos una oportunidad para darnos cuenta de que Dios está creando una nueva criatura, una nueva creación en todos nosotros . . . y es que a través de la adversidad, por tan difícil que sea . . . nos hacemos más como Él y compartimos eso con este mundo en el cual vivimos.
Al cerrar esta carta, como hago todos los viernes por la noche . . . cuando entramos en el sábado santo del Señor . . . les pido que me acompañen al reflexionar juntos sobre estos temas. Nuevamente, que Dios continúe bendiciéndoles abundantemente.
¡Nuestras oraciones y pensamientos están con ustedes diariamente! Por favor, les pido que oren por nosotros también.