Amigos, hermanos en la fe, colegas, familia spiritual e hijos de Dios dispersos: desde la Costa del Golfo reciban un caluroso saludo. Mi esposa y este servidor oramos con la esperanza de que se encuentren bien y hayan tenido una semana bendecida.
En la Costa del Golfo, y en muchos lugares del Hemisferio Norte, a partir del domingo próximo pasado, está oscureciendo una hora más temprano. La mayoría de nosotros dejamos de tener un tanto más de claridad solar desde el comienzo de noviembre.
Esto significa que en este momento estoy en la misma zona horaria de muchas de aquellas personas a las que servimos en Colombia y otras áreas hispano parlantes. Esto parece ser de poca relevancia, pero es muy importante para mi poder coordinar llamadas, video conferencias a través de Zoom etc. y cosas que hago en línea.
Tambien significa que oscurece más temprano y muchas de las actividades que realizo fuera de casa durante los largos y calurosos días de verano también cambian, y a menudo me encuentro trabajando dentro del hogar en otras actividades que dejo de realizar durante el verano.
Uno de los tópicos de estudio de la palabra de Dios son las Epístolas de Pablo, quien fue un pensador profundo, y sus enseñanzas bajo la inspiración de Jesuristo, son aquellas que no podemos simplemente leer y seguir adelante como si nada hubiera pasado…debemos meditar, reflexionar, orar y pensar profundamente en ellas. Algunas me han tomado años entenderlas mejor. Es fascinante ver como Pablo deseaba con vehemencia servir a Dios y a Sus hijos.
Un tema o concepto que es discutido a menudo, y ha surgido en varias ocaciones a través de los años, en mi caminar, con el Eterno es “la gracia de Dios”.
Una definición que viene a nuestra mente, y que ha sido promulgada por décadas, es que “gracia es el perdón inmerecido otorgado por Dios”.
Ciertamente el hecho de ser perdonado, o liberado, es una manifestación maravillosa de la gracia de Dios. Pero, la gracia encierra mucho más.
Uno de los primeros usos de la palabra gracia en las Escrituras griegas es instructiva: “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre Él” (Lucas 2:40). Jesús nunca pecó, de manera que nunca tuvo que ser perdonado. Entonces preguntamos: ¿de qué manera se manifestó la gracia en Él? Sabemos que Cristo contaba con la anuencia y la bendición de Dios y que recibió una cantidad extraordinaria de la obra del Espíritu del Padre (Juan 3:34).
La palabra griega traducida como gracia es charis. El Léxicón Griego de la Biblia en Línea hace el siguiente comentario sobre el uso de esta palabra: “lo que proporciona gozo, placer, deleite, dulzura, encanto, hermosura, gracia de hablar, buena voluntad, bondad amorosa, favor”. Confío en que esto amplíe nuestra comprensión y aprecio de la gracia de Dios.
Juan en su Evangelio también vincula la gracia con Jesús al referirse a Él como la Palabra de Dios, declarando que estaba “lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). El apóstol continúa comentando: “Y de su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1: 16-17).
Cuando Jesús fue bautizado, y también durante la visión de la transfiguración, la Escritura registra que se escuchó una voz que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17; 17: 5.). El Padre celestial de Jesús expresó Su gozo, placer, deleite y favor sobre Su Hijo. Jesús también vino con un mensaje de ánimo, esperanza y buena voluntad.
Hay 119 versículos en la Nueva Versión King James donde se encuentra la palabra gracia, así que hay mucho que decir acerca de cómo tú y yo somos receptores de este don.
Pablo se dirigió a los ancianos de Efesios y les dijo: “Así que ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que puede edificaros y daros herencia entre todos los santificados” (Hechos 20:32). La palabra de Dios nos instruye, nos edifica y nos prepara para recibir nuestra herencia final en Su reino. Este es un regalo de la gracia de Dios. Aquí nos enfocamos en la gracia que proviene de la revelación de Dios a la humanidad registrada para nosotros en las Escrituras. Gran parte de ese conocimiento incluye las leyes y los mandamientos del Eterno. Sin embargo, muchos quieren oponer la gracia a las leyes de Dios. El apóstol Pablo escribió: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2ª de Timoteo 3: 16-17). Puede que no encontremos literalmente la palabra “gracia” en este pasaje, pero el concepto está tácitamente presente ahí.
El apóstol Pablo se refiere al componente de la gracia que involucra el sacrificio de Cristo y el perdón de nuestros pecados, “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24). No podemos comprar ni ganar con trabajo el estatus de ser declarados justos y rectos. Es un don que también depende del ejercicio de la fe. “Porque por gracia habéis sido salvados mediante la fe, y eso no de vosotros mismos; es don de Dios” (Efesios 2: 8). Se necesita fe para creer que el Verbo, que es en esencia Dios, se hizo carne con el propósito de sufrir, muriendo y derramando Su sangre para pagar el castigo por tus pecados y los míos. También se requiere fe en la revelación de Dios, expresada en Su Palabra, para aceptar tanto lo que define el pecado, como el consejo que debemos arrepentirnos y el significado del comportamiento justo y piadoso.
Pablo, en el libro de Romanos, continúa preguntando: “¿Qué, pues, diremos? ¿Continuaremos en el pecado para que la gracia abunde? Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, porque no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. ¿Entonces qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡Ciertamente que no!” (Romanos 6: 1, 14-15). Si realmente valoramos la gracia de Dios, no la pisotearemos continuando pecando y manchando la condición limpia que Dios nos ha otorgado por Su gracia y por la obra de Cristo.
En este mismo libro, Pablo comenta el papel desempeñado por la ley de Dios. “¿Qué, pues, diremos? ¿Es pecado la ley? ¡Ciertamente no! Al contrario, no habría conocido el pecado si no fuera por la ley” (Romanos 7: 7.). Por eso, guardar la ley de Dios no puede perdonar los pecados pasados. Solo el sacrificio de Cristo, que entregó su pasada vida eterna, puede pagar la pena del pecado. “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Esta es la segunda muerte porque está designado a todos los hombres morir una vez porque somos seres humanos limitados con una vida limitada (Hebreos 9:27). Es un acto de gracia que Dios instruya a la humanidad acerca de sus leyes que definen una forma de vida, que son una bendición cuando se practican. Es un acto de gracia advertir a la humanidad sobre las maldiciones y las consecuencias negativas de desobedecer y desatender sus santas y justas leyes y mandamientos. “Por tanto, la ley es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Romanos 7:12).
Espero que estas reflexiones y comentarios les sean útiles y que dediquen un rato a estudiar estas escrituras, ojalá sea este sábado. Son bienvenidos, individualmente o en grupos.
¡Amigos, brazos arriba! Nuestras oraciones y pensamientos están diariamente con ustedes. Por favor, oren por nosotros.