Saludos cálidos a todos ustedes, queridos hermanos, compañeros de trabajo y familia espiritual en la costa del Golfo de México y a los hijos de Dios dispersos desde nuestras oficinas aquí en Spanish Fort en Alabama.
Nada parece moverse tan rápido como el tiempo, especialmente observando las cosas desde nuestra limitada perspectiva humana. Parece que fue ayer que estábamos observando el octavo día de la fiesta, y ahora la próxima Pascua y Panes sin Levadura están a un poco más de un mes. Espero que a través de nuestro proceso de eliminación de levadura en nuestros hogares—y lo que es más importante, en nuestra examinación—hayamos llegado a ver la imperante necesidad de que Cristo viva en nosotros (Gálatas 2:20) y la eliminación del pecado que tan fácilmente nos acosa a todos nosotros.
Mi esposa y yo acabamos de regresar a casa de nuestra visita a los estados de Minnesota y Dakota del Norte, y he estado reflexionando sobre las muchas visitas y aspectos de nuestro viaje. En este último par de meses, muchos de los que hemos conocido en el cuerpo de Cristo han muerto. Hay muchos hermanos, con enfermedades graves, algunos en el hospital . . . algunos en casa ahora deambulan, pero otros continúan siendo desafiados a diario. Para las congregaciones dispersas y otras áreas, que mi esposa y yo servimos aquí en los Estados Unidos, ha sido un momento de desafíos para muchos.
A lo largo de los años, a usted y a mí se nos ha pedido orar por varios hermanos con problemas de salud graves. Hemos leído acerca de las luchas con problemas que amenazan la vida y más tarde recibimos la noticia de que habían muerto al llegar al final de sus vidas y esperar la resurrección. Puede parecer que, a pesar de haber sido ungidos y haber ofrecido muchas oraciones, muchos miembros terminan muriendo de sus cánceres, de problemas cardíacos y de otras aflicciones. Si ustedes son como yo, pueden tener varios pensamientos y reacciones.
Podríamos preguntar: “¿Por qué Dios no los sanó?” Después de todo, fueron ungidos y a muchos en el cuerpo de Cristo se les pidió que oraran por ellos. ¿Dios los olvidó? ¿Se da cuenta Dios de las luchas de su pueblo? ¿Qué pasa con las promesas en el capítulo 5 de Santiago? Por supuesto, sabemos que nuestro Dios es un Dios amoroso, afectuoso y plenamente consciente de los acontecimientos en nuestras vidas. Se nos dice: “Estimada es a los ojos del Señor la muerte de sus santos”. (Salmo 116:15).
Jesús habló de que sus discípulos tenían que enfrentar a aquellos que podían “matar el cuerpo”. Les dijo que temieran a Dios y luego hizo una comparación. “¿Acaso no se venden dos pajaritos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajaritos”. (Mateo 10:29-31). Sabemos que nuestro Padre celestial es muy consciente de la “caída”, la muerte y la sepultura de Sus preciosos llamados, Sus hijos.
Más adelante en el mismo capítulo, Jesús se refirió a los desafíos y luchas por ser un discípulo. “El que no toma su cruz y sigue en pos de Mí no es digno de Mí. El que halla su vida la perderá, y el que pierde su vida por mi causa la hallará”. (Mateo 10:38-39). Todos moriremos eventualmente si el tiempo pasa lo suficiente hasta el final de la era. Pero si hemos hecho una inversión espiritual en prepararnos para el Reino y recibir la vida eterna, esto es mucho más importante que cuánto tiempo podríamos vivir en esta vida. Jesús hizo una fuerte declaración: “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará”. (Juan 12:25). Es una comparación hiperbólica similar a “aborrecer al padre y a la madre”, lo que significaba amar menos en comparación.
En sus mensajes a las siete iglesias, Jesús mencionó las pruebas y persecuciones que enfrentaba la “iglesia en Esmirna”. (Apocalipsis 2:8-9) Él les dijo: “No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer. He aquí, el diablo va a echar a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”. (Apocalipsis 2:10).
Hebreos 11 se llama “el capítulo de la fe” y nos recuerda a varios hombres y mujeres de fe que nos precedieron en la muerte y esperaban recibir las promesas de Dios. Pero, “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido”. (Hebreos 11:13). Algunos de estos experimentaron pruebas dolorosas de su fe y eventos horribles que les quitaron la vida. Pero se mantuvieron fieles y aguantaron hasta el final. El apóstol Pedro habla de esa fe refinada por las pruebas con fuego. “. . . para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo . . .”. (1 Pedro 1:7). Para algunos, esas “pruebas de fuego” son desafíos de salud o accidentes que ponen en peligro la vida.
Jesús nos advierte sobre los desafíos del tiempo del fin y los eventos difíciles en las profecías del monte de los Olivos. Él advierte a los que vivía en ese entonces: “ Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (Mateo 24:11-13). Dios permitirá que estos eventos difíciles sucedan. Pero los usará para fortalecer la fe y el compromiso de sus verdaderos discípulos. Santiago nos dice, “sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Pero que la paciencia tenga su obra completa para que seáis completos y cabales, no quedando atrás en nada”. (Santiago 1:3-4).
Oremos sinceramente por aquellos que están gravemente enfermos y sufriendo. Oremos y compartamos la pérdida de aquellos que han perdido a sus seres queridos y tratemos de alentarlos, mientras nos regocijamos por la fiel resistencia hasta el fin de los santos de Dios que han llegado al final de sus vidas.
Y seamos fieles a Él, sabiendo que una corona espera a todos los que lo hacen . . .
Nuestras oraciones y pensamientos están con todos ustedes diariamente. Por favor, les pido que oren por nosotros también.