Amigos, hermanos en la fe, colegas, familia spiritual e hijos de Dios dispersos: desde la Costa del Golfo reciban un caluroso saludo. Mi esposa y este servidor oramos con la esperanza de que se encuentren bien y hayan tenido una semana bendecida.
Ha transcurrido cerca de un mes desde que envié mi última carta del viernes. En CGM tuvimos una edificante, alentadora e inspiradora Fiesta de Tabernáculos en Orange Beach. El día después de haber terminado la Fiesta, comenzamos a sentirnos extremadamente cansados y tuvimos que aplicarnos la prueba contra el virus, la cual resultó positiva. Estamos tomando la medicina y cada día sentimos mejoría, con niveles de energía indudablemente bajos. Tomará un tiempo para que volvamos a la normalidad.
Durante los últimos meses mi correo se ha visto inundado con peticiones de oración por parte de amigos y hermanos en la fe, algunos de los cuales se encuentran recluidos en hospitales padeciendo enfermedades serias… otros permanecen en casa, pero muchos otros continúan desafiando los retos de la vida diaria.
Para aquellos a quienes mi esposa y yo servimos, tanto en U.S.A. y en el extranjero, ha sido un tiempo de serios desafíos.
También hemos tomado más conciencia acerca de la muerte de amigos amados durante los últimos meses.
Se nos recuerda y exhorta orar por aquellos que padecen serios problemas de salud. Hemos leído acerca de sus luchas con las amenazadoras dificultades de la vida y más tarde recibimos la noticia del deceso, el final de sus vidas, y la expectativa de la resurrección. Parece ser que, a pesar de haber sido ungidos y de las oraciones ofrecidas, muchos murieron debido al cáncer, problemas del corazón y otras aflicciones. Lo anterior nos trae a la mente diversos pensamientos y reacciones.
Podríamos preguntar: “¿Por qué Dios no los sanó?” Después de todo, fueron ungidos y se pidió a muchos miembros del cuerpo de Cristo que oraran por ellos. ¿Dios los olvidó? ¿Dios escucha acerca de las luchas de su pueblo? ¿Qué pasa con las promesas del capítulo 5 de Santiago?
Por supuesto, sabemos que nuestro Dios es un Dios amoroso, bondadoso y plenamente consciente de los acontecimientos de nuestra vida. Se nos dice: “Preciosa a los ojos del SEÑOR es la muerte de sus santos” (Salmos 116: 15). Jesús advirtió que sus discípulos tienen que enfrentarse a los que podían “matar el cuerpo”. Les dijo que temieran a Dios y luego hizo una comparación. “¿No se venden dos gorriones por una moneda de cobre? Y ninguno de ellos cae al suelo sin la voluntad de tu Padre. Pero hasta los cabellos de tu cabeza están todos contados. Por tanto, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos”. (Mateo 10: 29-31). Nuestro Padre celestial está muy consciente de la “caída” y muerte y de poner en la tierra a sus preciosos llamados.
Más adelante en el mismo capítulo, Jesús se refirió a los desafíos y luchas de ser Su discípulo. “Y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará”. (Mateo 10: 38-39). Con el transcurrir de los años todos moriremos, si nuestra muerte ocurre antes del fin de los tiempos. Pero prepararnos para el Reino y recibir la vida eterna, es mucho más importante que todo el tiempo que podamos vivir en esta vida.
Jesús hizo una declaración contundente: “El que ama su vida, la perderá, y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará”. (Juan 12:25). En sentido hiperbólico, establece un paralelo con la expresión “odiar al padre y a la madre“, lo que significa, comparativamente, amar menos. En los mensajes a las siete iglesias, Jesús mencionó las pruebas y persecuciones que enfrenta la “iglesia en Esmirna” (Apocalipsis 2: 8-9). Él les dijo: “No temáis ninguna de las cosas que estáis a punto de sufrir. De hecho, el diablo está a punto de echar a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y ten tribulación diez días. Sé fiel hasta la muerte, y te daré la corona de la vida “. (Apocalipsis 2:10).
Hebreos 11 se conoce como “el capítulo de la fe”. Nos recuerda a varios hombres y mujeres de fe que nos han precedido en la muerte, que esperaban recibir las promesas de Dios. Pero, “Todos murieron en la fe, sin haber recibido las promesas”. (Hebreos 11:13).
Algunos de ellos experimentaron dolorosas pruebas de fe y eventos horribles que les cobraron la vida. ¡Pero permanecieron fieles y resistieron hasta el final! El apóstol Pedro habla de esa fe que es refinada por pruebas de fuego. “para que la autenticidad de vuestra fe, que es mucho más preciosa que el oro que perece, aunque es probado por el fuego, pueda ser hallada para alabanza, honra y gloria en la revelación de Jesucristo” (1ª de Pedro 1: 7). Algunas de sus “pruebas ardientes” son problemas de salud o accidentes que ponen en peligro la vida.
En las profecías del Monte de los Olivos, Jesús nos advierte sobre los desafíos del tiempo del fin y los eventos difíciles. Él amonesta a los que vivan en esos días: “Entonces muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos. Y por haberse multiplicado el desafuero, el amor de muchos se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24: 11-13). Dios permitirá que sucedan estos eventos difíciles. Pero, los usará para fortalecer la fe y el compromiso de sus verdaderos discípulos. Santiago nos dice, “sabiendo que la prueba de tu fe produce paciencia. Pero deja que la paciencia tenga su obra perfecta, para que seas perfecto y completo, sin falta de nada” (Santiago 1: 3-4).
Oremos por los que han perdido a sus seres queridos y tratemos de infundirles ánimo. Mientras tanto, regocigémonos por la perseverancia fiel, hasta el fin de los tiempos, de los santos de Dios que han llegado al final de sus vidas. A medida que avanza el tiempo, habrá peores acontecimientos, ¡pero recuerde que se acerca un mundo nuevo! ¡Él regresará!
¡Amigos, brazos arriba! Nuestras oraciones y pensamientos están diariamente con ustedes. Por favor, oren por nosotros.