A principios de esta semana, revisando mi correo electrónico encontré que me habían enviado un enlace de un video donde varios leones atacaban un búfalo del Cabo—uno de los cinco grandes en África. (En África, los cinco animales de caza más grandes son el león, el leopardo, el rinoceronte, el elefante y el búfalo del Cabo. El término fue acuñado por los cazadores de caza mayor, y se refiere a los cinco animales más difíciles para cazar a pie en África, pero es ahora también utilizado ampliamente por los operadores turísticos de safaris).
Lo que me vino a la mente de inmediato fue uno de mis versos favoritos en la Palabra de Dios, así como un incidente y una historia permanentemente documentada de la Palabra de Dios.
“Huye el impío sin que nadie lo persiga, pero los justos están confiados como un león”. (Proverbios 28:1)
Todos recordaremos la siguiente historia de las páginas de la Biblia. ¡Sonaron las trompetas! Los sonidos de las flautas, de la cítara, de la lira, el arpa y voces se combinaron rápidamente cuando la nación más poderosa del mundo comenzó a hacer sonar un solo mensaje a la gente de su reino: ¡Inclínate ante el ídolo del rey y hazlo ahora! Temiendo la ira de su Rey, los cautivos se inclinaron ante este ídolo dorado gigante, consolidando así su lealtad a este gran Rey Nabucodonosor. Un imperio entero literalmente se arrodilló ante una estatua que se había construido. Y lo que se registra es, de hecho, todo un imperio. Bueno, casi, con tres excepciones. Mientras que el resto de sus amigos y compañeros volvieron la cara hacia el suelo, Ananías, Misael y Azarías, se pararon desafiantes. Al igual que los músicos del rey, ellos también estaban enviando un mensaje. ¡No nos inclinaremos, ni no nos arrodillaremos ante el ídolo!
La noticia se extendió rápidamente y luego volvió al rey provocando su ira. Varios colegas celosos informaron a Nabucodonosor “que había, pues, unos tres hombres judíos, a quienes tú has designado sobre la administración de la provincia de Babilonia, y que como funcionarios del imperio estaban abiertamente en desafío, no te han hecho caso negándose a inclinarse ante la estatua de oro que tú has levantado”.
Con rabia, el rey inmediatamente los llamó y exigió una explicación. ¿Habían realmente desafiado estúpidamente las órdenes del hombre más poderoso del mundo? Él era el rey supremo, ¿O, no? Luego, el rey repitió su ultimátum, estos tres jóvenes sabían muy bien: tenían una opción, podían inclinarse ante su estatua con el resto del reino, o podrían ser incinerados vivos en un horno de fuego ardiente. (Estoy sudando nomas de pensar en ese intenso calor.)
Necesitamos considerar un poco de historia. Dios le había dado a Su pueblo—la nación de Israel—advertencias y consejos para que eligieran al Eterno como su Dios. Al igual que los profetas de Baal y Elías en el Monte Carmelo, el pueblo tenía una opción. Una y otra vez, lo rechazaron al Dios viviente a favor de ídolos, o figuras talladas, eligiendo adorar la creación en vez del Creador como leemos en Romanos 1:25. Hay muchas historias registradas donde tuvieron lugar rechazos a Dios. Varios años en el futuro, un famoso diácono de la Biblia, Esteban, corregiría a los líderes israelitas: “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al espíritu santo; así como vuestros padres lo hicieron” (Hechos 7:51). Era un patrón muy común de hecho.
Usted y yo sabemos que nuestro Creador es paciente y lento para la ira, pero no soportará el pecado para siempre. Es algo que el hombre nunca parece aprender. Y así, después de décadas de oportunidades tras oportunidades, Dios eliminó su protección a su pueblo y permitió que otras naciones llevaran a esta gente al cautiverio. Asiria trastornaría y asolaría primero a la mayoría de Israel. La nación de Babilonia seguiría sus pasos, conquistando a los pocos que quedaban de Judá. Fue un momento muy triste en la historia de este pueblo. Si no prestamos atención a la advertencia de Dios estas acciones se repetirán de nuevo.
Entre los llevados al cautiverio como propiedad por los poderosos babilonios había cuatro hombres que usted y yo probablemente conocemos bien: Daniel (a quien todos recordamos de su situación en la guarida del león) y sus tres amigos, Ananías, Misael y Azarías (a quienes más recordamos por sus nombres babilónicos, Sadrac, Mesac y Abed-Nego). No pasó mucho tiempo antes de que estos cuatro hombres fieles de Dios fueran notados por su captor, el rey Nabucodonosor.
Recordarán que, por inspiración de Dios, Daniel pudo describir sucintamente y luego interpretar un sueño que tuvo el rey, cosa que fue imposible para los “sabios” del imperio babilónico. Esto rápidamente le valió a Daniel un ascenso de ser esclavo a “ser gobernador de toda la provincia de Babilonia, y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia” (Daniel 2:48). El rey también “puso a Sadrac, Mesac y Abed-Nego sobre los negocios de la provincia de Babilonia” (Daniel 2:49).
La historia podría haber terminado allí, si no fuera por este pequeño problema. Nabucodonosor como gobernante no tenía la menor idea de lo que era la “humildad”. Convertirse en el hombre más poderoso del mundo había florecido y expandido su ego a enormes proporciones.
Una vez que el ídolo de oro de aproximadamente 28 metros de altura se completó, se enviaron órdenes de adorarlo, o recibir la pena de muerte, cada vez que los músicos reales daban la señal, la sola idea de que incluso tres personas de alto nivel sobre los negocios desafiarían abiertamente su orden. Fue simplemente inaceptable. El rey estaba absolutamente lívido. Llamó a estos tres hombres y reiteró que su continua negativa terminaría con agonía cuando los arrojarían al fondo de un horno de fuego.
Ahora la historia se vuelve aún más interesante, emocionante y conmovedora. Este rey parecía disfrutar haciendo ejemplos horripilantes de cualquiera que se opusiera a él, así que diría que Sadrac, Mesac y Abed-Nego no estaban teniendo esta discusión en privado. Todo estaba a la vista para que todos vieran como el rey tomaba decisiones.
Cuando el rey gritó con una furia ridícula: “¿Y qué dios será el que os libre de mis manos?” (Daniel 3:15), sin duda, todo el grupo de oficiales se quedó callados, esperando escuchar cómo responderían estos tres funcionarios del gobierno. ¿No es raro, incluso hoy? ¿Desafiarían estos hombres al rey en su propia cara? ¿Serían tan audaces y tontos como para firmar sus propias sentencias de muerte? Tantas cosas pasan por mi mente mientras reflexiono sobre esta situación.
La mayoría pensaría que la única esperanza que tenían era postrarse como todos los demás, pero los tres hombres no estaban interesados en apaciguar a ningún hombre cuando se trataba de esta decisión. Encontramos la respuesta en las páginas de la palabra de Dios, preservada para nosotros a través de los siglos como un ejemplo definitivo de lo que significa ser cristiano y lo que significa ser tan audaz como un león. Entonces, esto es lo que le dijeron al rey:
“Oh Nabucodonosor, no necesitamos nosotros responderte sobre esto. Si es así, nuestro Dios, a quien rendimos culto, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, que sea de tu conocimiento, oh rey, que no hemos de rendir culto a tu dios ni tampoco hemos de dar homenaje a la estatua de oro que has levantado” (Daniel 3:16-18).
No nos sorprende que aquí el rey Nabucodonosor se hubiera enfurecido, con la intención de aclarar las consecuencias de la desobediencia. ¡Cómo se atreven a interrogar al rey! Entonces encendieron el horno de fuego ardiente siete veces más caliente de lo normal, de hecho, tan intenso que algunos de los guardias o soldados del ejército de Nabucodonosor murieron al acercarse lo suficiente al horno para arrojar a estos “judíos recalcitrantes”.
Luego, cuando el rey se asomó al horno y notó que los tres hombres caminaban en medio de las llamas ilesos . . . y en compañía de una cuarta figura, solo podía describirlo como “semejante a un hijo de los dioses” (Daniel 3:25). El rey quedó inmediatamente atónito. Arrogante como era, el rey de Babilonia se vio obligado a enfrentarse cara a cara con un simple hecho. Obviamente había un Ser más poderoso que él, y ese Ser no aprobaba el ídolo de Nabucodonosor de ninguna manera. El rey llamó a Sadrac, Mesac y Abed-Nego para que salieran del horno. Luego los promovió e hizo un decreto en todo el reino “que cualquiera que se atreviera a blasfemar o hablar en contra del Dios de estos tres hombres sería sentenciado a muerte”.
Bien, ¿cuál es el intento de esta historia y cómo se aplica ella a usted y a mí? El milagroso rescate de Dios de sus tres fieles servidores ha hecho que esta historia sea familiar y favorita, pero la verdadera lección radica en lo que sucedió antes de que fueran arrojados al horno de fuego. De hecho, la verdadera lección para usted y para mí radica en estas simples palabras de la respuesta de los hombres. “Y si no, que sea de tu conocimiento . . .”
En estas pocas palabras se demuestra una mentalidad que cualquier cristiano que espera capturar la audacia de un león debe tener la firme creencia de que servir a Dios es incondicional. Echemos un vistazo a esas palabras nuevamente. Comienzan expresando su completa fe en la capacidad de Dios para salvarlos de la ira de Nabucodonosor. Este arrogante rey de Babilonia se veía a sí mismo como más poderoso que cualquiera de los dioses a los que servía la gente sobre la que él gobernaba. De hecho, era tan ilusorio al pensar que era omnipotente y que nadie podía detenerlo, que perdió el sentido común.
Cuando les preguntó a estos tres hombres: “¿Y qué dios será el que os libre de mis manos?”. En realidad no quería una respuesta. Fue a través de la óptica de alguien que había perdido de vista a Dios. Cuando los tres hombres respondieron con “Nuestro Dios . . .”, esto lo enfureció. Imagínense. Si nuestra historia hubiera terminado aquí, todavía habría sido un ejemplo poderoso, pero lo que lo hace notable es lo que vino después. El “Y si no, que sea de tu conocimiento . . .” Profundicemos un poco más en la historia y la lección para usted y para mí. El relato bíblico en Daniel 3 no menciona ninguna narración de un sueño dado a los tres siervos del Señor, haciéndoles saber que Dios los rescataría. Sadrac, Mesac y Abed-Nego no tenían la respuesta exacta de si Dios salvaría su pellejo, por así decirlo, y si los rescatarían vivos del horno. Lo que sí sabían era que Él podía, pero no sabían con certeza si Dios lo haría. ¿Somos diferentes a veces?
Entonces, los vemos respondiendo al gobernante más poderoso de la Tierra, que incluso si Dios no los libera del fuego, y fueran quemados hasta quedar crujientes, no se inclinarían ante este ídolo. Me gustaría que consideremos que, sin saber si un rescate divino era inminente, habría sido fácil para la mayoría de las personas justificar inclinarse ante esta estatua. Después de todo, realmente no estarían adorando al ídolo, ¿verdad? Dios conocería sus corazones, ¿verdad?
¡Simplemente se mantendrían fuera de problemas para poder seguir adorando al Dios real más tarde! Y además de eso, si murieran, serían tres seguidores menos de Dios en una nación pagana gobernada por un gobierno impío, ¿verdad? Así que, en realidad, algunos podrían razonar, fue en el mejor interés de todos, especialmente de Dios, que se mantuvieran vivos, y si eso significa un pequeño compromiso, entonces que así sea, ¿verdad?
Ahí es donde no, no está bien, está mal. Incorrecto, no importa cómo veamos las cosas. Una de las muchas lecciones en esta historia es que servir a Dios no debe ser condicional. Seguir a Dios nunca será una cuestión de “serviré a Dios si . . .”
Sadrac, Mesac y Abed-Nego entendieron. La opción de “Solo nos negaremos a adorar tu estatua, si Dios nos rescata” no era una. No importaba si Dios los salvarían o no, no iban a inclinarse y adorar este otro dios. Punto. No comprometerían ni desdibujarían las pautas establecidas por Dios, sin importar el costo de sus cargos, o incluso de sus vidas. Y es debido a esa obediencia incondicional a Dios que pudieron ser valientes como un león ante el Rey Nabucodonosor, el hombre más poderoso del mundo.
Aquí hay una pregunta mis amigos. ¿Y usted y yo? Bien, hoy podríamos no enfrentarnos a algo tan dramático como ser arrojado a un horno de fuego. Pero sabe, usted y yo enfrentamos presión para comprometernos—para suavizar o enturbiar las líneas, o elecciones, que Dios nos ha establecido.
Si no tenemos cuidado, podríamos convencernos de que bueno, está bien, que Dios lo entenderá porque los fines justifican los medios, o porque no estamos 100 por ciento seguros de que Dios nos salvará, así que es mejor hacer nuestra parte mejor y defendernos para nosotros. Sólo lógico ¿verdad? Aquí está el problema. Si damos ese paso y elegimos el compromiso, incluso lo más mínimo en las normas y leyes de Dios, seremos transformados del valiente y audaz león a lo que podría ser más realista un pequeño gatito.
Oh, podría no mostrarse de inmediato en nuestra apariencia externa. Incluso podemos lograr engañar a algunas personas para que piensen lo contrario, pero en nuestros corazones, lo sabremos. En la época de Cristo, este era el problema de los fariseos. Como humanos, usted y yo encontramos que a menudo no somos audaces. Francamente, si somos honestos, podemos ser todo lo contrario. ¿Alguna vez le han llamado “gatito tímido” cuando era niño? Eso significa que tenía miedo, susto o timidez, de hacer algo. Es todo lo contrario de ser audaz.
Cuando elegimos resistir la presión de comprometernos—ya sea que no nos hayamos resistido antes o no—nos estableceremos ser audaces como un león. Cuando elegimos defender el camino de Dios, especialmente cuando sabemos que puede costarnos mucho, no solo mantenemos nuestra integridad ante Dios, sino que también damos un ejemplo de lo que significa ser cristiano, ser seguidor de Cristo.
El rey David escribió un verso que lo resume todo. Sin duda, pasó por la mente de Sadrac, Mesac y Abed-Nego cuando dieron su famosa respuesta. Él escribió: “En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?” (Salmo 56:11).
Cuando nosotros confiamos en Dios y me refiero a confiar verdaderamente en Él, entonces sabemos que nuestro prójimo no puede hacernos nada más allá lo que Dios permite. Más que eso, sabemos que todo lo que Dios permite, por poco que lo entendamos, es para nuestro bien. Seguro en este conocimiento, podemos ser valientes como un león. Romanos 8:28 es una promesa. ¿Creemos en ella?
Como se mencionó anteriormente en esta historia, los nombres con los que probablemente se conoce a estos tres hombres judíos son Sadrac, Mesac y Abed-Nego. Estos fueron los nombres que les dieron sus captores babilónicos y los nombres descriptos en este ejemplo. Debido a esto, es fácil pasar por alto sus nombres reales, nombres que con razón le dan gloria a ellos y a usted y a mi Dios. Ananías, Misael y Azarías respectivamente significan “Dios ha favorecido”, “¿Quién es como Dios?” Y “Dios ha ayudado”. Los nombres de estos tres hombres inclusive reflejan poderosamente su confianza y fe en la capacidad de Dios para liberar a su pueblo. ¡Habla de ser audaz! Los nombres son importantes para Dios. Al final de este ejemplo que vimos, Dios rescató a Sus tres servidores fieles y confiados e incluso hizo que Nabucodonosor los promoviera y proclamara la grandeza de Dios en todo su imperio.
Ananías, Misael y Azarías fueron audaces como un león. ¿Sería usted audaz? ¿Serían sus palabras “Y si no, que sea de tu conocimiento . . .” cuando se trata de obedecer y confiar en Dios? . . . Mientras termino esta carta, como hago todos los viernes por la noche . . . al entrar en el sábado del Señor . . . les pido que me acompañen a que reflexionemos juntos sobre estos temas, ¿Quieren?
Y nuevamente, que Dios continúe bendiciéndote ricamente. ¡Nuestras oraciones y pensamientos están siempre con ustedes diariamente! Por favor, les pido que oren por nosotros también.