Saludos cordiales una vez más amigos, hermanos, compañeros de trabajo, familia spiritual, e hijos de Dios dispersos desde aquí en la Costa del Golfo en el sur de Alabama. Mi esposa y yo oramos y esperamos que estén bien y que su semana haya sido bendecida.
El viernes pasado por la noche hablamos sobre “¿Qué te impulsó a buscar el bautismo?” y concluimos la carta analizando la declaración de Pablo: “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Esta muerte es la segunda mencionada en Apocalipsis 20:14-15.
Una pregunta que muchos se han hecho es: “¿Cómo se puede expiar esta pena de muerte sin que cada uno de nosotros pierda la vida eterna?”
Aquí es donde entra en escena el sacrificio de Jesucristo. En lo que a menudo se denomina “el capítulo de la resurrección”, Pablo afirma: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3).
El apóstol Pedro afirma algo similar acerca de Cristo: “Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, muertos al pecado, viviéramos para la justicia; por sus heridas fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24).
El apóstol Juan comenta que el sacrificio de Cristo se aplica a toda la humanidad (si se arrepienten y aceptan con fe la sangre derramada y la muerte de Cristo en su favor): “Él mismo es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2). La palabra ”propiciación” aquí (hilasmos en griego) puede significar apaciguamiento o satisfacción de una pena exigida.
¿Cómo pudo Cristo satisfacer esta pena de muerte?
Primero, Él era Dios, pertenecía al reino de Dios y poseía vida eterna antes de su encarnación humana. Juan nos informa que este ser distinto, el Verbo, era Dios y estaba con otro también llamado Dios. “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1).
Durante nuestro viaje a Filadelfia y el sur de Nueva Jersey (que mencioné el viernes pasado en mi carta), prediqué un sermón sobre la importancia de nuestro Padre Espiritual. En esta época del año, la mayoría de “los cristianos” se centran en el nacimiento de un niño llamado Jesucristo. ¡Muchos pasan por alto la importancia del Padre! El único otro ser revelado como parte del reino eterno de Dios es aquel a quien Jesús se refirió como el Padre.
El apóstol Juan menciona “al Padre” en varias ocasiones. Veamos algunos ejemplos: “A Dios nadie le ha visto jamás; el Hijo unigénito, (que está en el seno del Padre), él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). (paréntesis añadidos por mí). “Salí del Padre y he venido al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre” (Juan 16:28). Jesús afirma claramente que vino del Padre al mundo.
¿Cómo regresó y volvió al Padre?
“Jesucristo, que ascendió al cielo y está a la diestra de Dios” (1 Pedro 3:21-22). El Verbo existía en la eternidad con Aquel que era Supremo y mayor que el Verbo (Juan 14:28). “Y el Verbo se hizo carne…” (Juan 1:14). En la oración de Getsemaní, Jesús ora a su Padre y se refiere a su estado glorificado pasado: “Ahora, pues, Padre, glorifícame tú delante de ti mismo con aquella gloria que tenía contigo antes que el mundo fuse” (Juan 17:5; véase también Juan 17:24). El apóstol Pablo se refirió a la condición pasada de Jesús como Dios: “Cristo Jesús, quien, siendo en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse” (Filipenses 2:5-6). Jesús se identificó a sí mismo como “Yo soy” (Juan 8:58).
La muerte de Jesús significó la muerte de alguien que tenía vida eterna y que luego renunció a ella. Él fue quien creó todo: la tierra, el universo y todo lo que hay en el cielo y en la tierra, visible e invisible (Juan 1:1; Colosenses 1:16). Creó a Adán y Eva y preparó su entorno. La muerte de Cristo, el Creador de todo, y la renuncia a su vida eterna pasada, se consideran equivalentes a pagar la pena de muerte eterna por los pecados de toda la humanidad.
Esta es una realidad que invita a la reflexión antes y después del bautismo. Nuestros pecados son tan graves que fue necesaria la muerte de nuestro Creador para pagar la pena por haberlos cometido. Su muerte nos recuerda la gravedad del pecado. ¡También nos recuerda la grandeza del amor y la misericordia de Dios, y su deseo de que emprendamos y recorramos con éxito el camino que conduce a la vida eternal!
¡Amigos, brazos arriba! Nuestras oraciones y pensamientos están con ustedes todos los dias. Por favor, oren por nosotros.